“Para el hombre es más fácil buscar culpables que, asumir la responsabilidad”
La mayoría de los ciudadanos tienen la costumbre de maldecir al país por su situación económica o por las condiciones en que se encuentran, cuando esto es el resultado del comportamiento de su sociedad.
Los países están llenos de habitantes, resultado de una multiplicación sin control de esa raza que vive más de la pasión que de la razón, de este fenómeno no se ha escapado ningún país, ni los llamados civilizados.
Todos los países son maravillosos, con sus diferentes paisajes, sus climas, sus riquezas naturales, su agricultura y ganadería. Riquezas que han sido malgastadas y mal valoradas por esos habitantes que se niegan a ser ciudadanos.
¿Qué culpa tiene el país? Los países se hacen grandes cuando sus habitantes se convierten en verdaderos ciudadanos, respetando su constitución, eligiendo a conciencia a sus dirigentes, trabajando por el bien del país y defendiendo su libertad.
Los países no son ricos por lo que tiene en su subsuelo, los países son ricos cuando lo que hay en su suelo no está contaminado de ideologías facilistas y populistas, un país es rico cuando sus ciudadanos dan el todo por el todo, respetando la propiedad privada y defendiendo la isonomía.
¿Qué culpa tiene el país? No se puede culpar al país de su economía cuando sus habitantes le votan a personajes que ofrecen más dádivas que trabajo, cuando creen que el socialismo es el camino para salir de su miseria.
Hoy vemos a un mundo convulsionado por los efectos de un virus, un virus que los mismos habitantes fortalecen, no estoy hablando del covid-19 sino del virus socialista que está acabando con países completos.
Que culpa tienen los países cuando sus habitantes en vez de demostrar de que están hechos, la mayoría se dedican a dar lastima, para que al final resulten dominados y manipulados por tiranos que si saben hacerse ricos con el hambre y el pesar del otro.
Los países no cambiarán su estructura natural, seguirán siendo hermosos y ricos, pero, si sus habitantes no cambian su manera de pensar y de actuar, ningún país estará a su pobre altura.
No se puede esperar mucho de la economía, la estabilidad social o política de un país, cuando sus habitantes piensan más con el estómago que con su verdadera riqueza que es su hermoso cerebro.
El filósofo griego Diógenes de Sinope, hombre honesto y amante de la libertad y la naturaleza, siempre defendió la tierra de los hombres y en esas defensa no dejó esta frase donde nos dice la diferencia entre la riqueza de un país y el ciudadano “Uno debe buscar la virtud por sí mismo, sin ser influenciado por el miedo o la esperanza, o por cualquier influencia externa. Además, en eso consiste la felicidad”.
Ante el país debemos intentar ser la mejor versión posible de nosotros mismos y puede que durante esa búsqueda, encontremos la felicidad que quizás no sabíamos que andamos buscando, dejando de culpar a los demás de nuestros aciertos y desaciertos.
“La riqueza de un país está en sus ciudadanos y no en sus habitantes”