A pesar de que el destino profesional los llevó a ocupar posiciones de gerencia en empresas nacionales e internacionales, los que estudian electrónica y aún guardan ese instinto y práctica de «meterle mano a la tecnología» , saben bien que cuando se habla de modernidad no todo es mejor si lo comparamos con lo antiguo.
¿Modernidad e innovación?
En los vehículos por ejemplo, si bien es cierto que nuevos modelos traen novedosas facilidades en materia de accesorios, mejoras en el ámbito del consumo de combustible o incluso nuevas generaciones de microcontroladores de la computadora central, del sistema de frenos o la inteligencia en la caja de cambios, en la práctica las mejoras en relación con los modelos anteriores no son tan notorias. La teoría de control que se enseña en la universidad no falla: en cada adición de elementos de control humano o mecanizado, se introduce un nuevo punto de falla del sistema que añadirá un nuevo riesgo en la matriz de mantenimiento y servicios; si el elemento de control es del tipo caja negra (cerrada) además se introduce un elemento de incertidumbre, configuraciones o algoritmos que se desconocen. Estos asuntos muchas veces pasan desapercibidos a la hora de desear comprar tal o cual producto, sin embargo se hace muy relevante que el usuario final (muchas veces sin saberlo) queda atrapado en una nube oscura que se conoce como: el servicio mecánico o servicio pos-venta. ¿Qué pasó? Te generaron una nueva necesidad que tú ni siquiera tenías previsto.
¿Y qué hay de la confiabilidad y la durabilidad?
Los que saben de electrónica (de verdad) entienden que ese frenesí de las automotoras por introducir cada vez más transistores en los vehículos, más allá de un elemento de diferenciación o de innovación o de marketing, está motivado por una necesidad casi vital de los ensambladores por atrapar al cliente en la cadena de servicios. Y entonces cuando se daña una computadora central o el sistema computarizado de frenos, o cuando sencillamente hay una avería en un elemento que tú no tienes ni la más remota idea de qué hace, llegas al mecánico y te da la impresión que él tampoco sabe exactamente lo que está diagnosticando, allí el propietario del vehículo empieza a dudar de su decisión y se pregunta -¿qué diablos me llevó a cambiar mi carro antiguo por uno «moderno»? Ni hablar de la batería. En la década de los 70’s duraba un montón de años sin averiarse y cuando finalmente se averiaba, se desarmaba fácilmente con posibilidad de cambiar los elementos internos, práctico, fácil y amigable con el medio ambiente. Hoy eso es un sueño. Cada vez más presenciamos la existencia de «cajas negras» que no tienen posibilidad de inspección o al menos no fácilmente como ocurría en el pasado. Por si fuera poco en los elementos computarizados, el público en general no tiene acceso al código de programación (el programa).
En los electrodomésticos la historia es la misma. Lavadoras, secadoras, neveras, siempre más computarizadas, una loca carrera por incorporar silicio y algoritmos. En el pasado para que ocurriese una falla en estos aparatos podía pasar fácilmente 20 o 30 años. Los elementos servo-mecánicos, bobinas, elementos resistivos, podían durar tranquilamente décadas; ahora ni de broma encuentras esa durabilidad. Sensores híbridos mecánico/electrónico, computadora central, panel de control «inteligente», elementos tipo «caja negra». Bastará solo un leve subida de tensión de la red para generar un estrés familiar: se dañó la lavadora. Ni hablar de los electrodomésticos que quedan consumiendo energía adicional para mantenerse en estado de suspensión (stand by). En fin podríamos hacer muchos ejemplos, pero al final comprenderán que el propósito de una lavadora de ayer y de hoy sigue siendo el mismo: se llena de agua, gira suave en un sentido y de regreso para el lavado, gira rápido para centrifugar y expulsar el agua. No es más, eso es todo. La motivación de las «mejoras» se mantiene: el deseo de las corporaciones de tener al cliente en un ciclo de consumo creando una necesidad adicional a través de la «innovación» como base de marketing. Para muchos clientes esa nueva necesidad de servicios adicionales no estaba en el radar.
¿Qué tiene que ver eso con elecciones?
Los procesos electorales han sufrido la misma suerte, pérdida de cuidados de lo esencial dentro del proceso al mismo tiempo que un incremento en la tecnificación. Desde hace 2 décadas vivimos un conflicto global, un círculo vicioso entre la modernidad y la confiabilidad de los sistemas. Pensamos ingenuamente que podíamos cómodamente poner el trasero en el sofá y obtendríamos resultados coherentes en la salida del proceso. Nos olvidamos completamente de pequeños detalles: los políticos, las corporaciones y la generación de necesidades.
Esto representa una complicación adicional porque si en los anteriores ejemplos la problemática se limitaba a un caso de generación de demanda de una corporación, en el caso electoral tenemos a los políticos como elementos que buscan constantemente el poder a toda costa. Tema por demás muy complicado en un ámbito de capitales globales moviéndose de país en país a la velocidad de un par de click de celular.
Desde la perspectiva tecnológica, al igual que los fabricantes de vehículos y electrodomésticos, los sistemas electorales han ido incorporando elementos de silicio como computadores para la transmisión de datos y/o para el registro de electores, escáner para la fase de conteo y en algunos países máquinas de votación electrónica.
¿Se ha vuelto el proceso más confiable para los ciudadanos? No, los ciudadanos continúan presenciando fraudes. Ahí está el caso fresco de Estados Unidos, un a bomba de tiempo.
¿La prestación de servicios asociada a procesos electorales se ha abaratado? No, adicional al personal flotante en mesas de votación y el personal de los entes gubernamentales, también hay que contratar empresas de ingeniería para mantener los sistemas.
¿Ha aumentado la transparencia? No, cada vez se introducen nuevos elementos en el sistema bajo forma de cajas negras que tienen entradas, emiten salidas, pero muy pocas personas saben que sucede dentro, es decir cómo funciona la cosa.
No se trata de tener la mejor tecnología. Es cuestión de confiabilidad en el resultado.
Desde la perspectiva de procesos, siempre habrá que tener en mente que un proceso electoral, en esencia, es una operación extremadamente simple. Las complicaciones (de ocurrir) surgen precisamente en la cadena de control, en la custodia y en la legitimidad de los servicios prestados de todas las partes, sea ciudadanos o entes electorales. En todo caso esos problemas son independientes de si la ejecución del proceso es manual o tecnificado o mixto.
Los ciudadanos de Estados Unidos se estrellaron con la dura realidad.
Un proceso electoral que comienza con votaciones varias semanas antes del día 3 de noviembre, bajo el argumento válido que es una población muy grande, pero luego resulta que el conteo se extiende hasta 9 o 10 días después de esa fecha, es decir hablamos de un proceso en caliente que demora prácticamente un largo mes. Lo que significa que no hay lugar a dudas: algo turbio rodea el proceso.
Somos seres humanos, no importa si eres el país más desarrollado o el más civilizado del mundo, hay premisas básicas dentro de la materia de control. Casualidad o no, existen buenas universidades en Estados Unidos enseñando esa asignatura y cuando van a la práctica hacen exactamente lo contrario:
- Registro de usuarios dudoso entre estados;
- Votos por correo con una ligereza impresionante;
- Durante el conteo, restringen el acceso a una de las partes al mejor estilo de las FARC en los territorios de Colombia;
- Cadenas de custodia que son menos seguras que un delivery de pizzas;
Fíjese que en los 4 problemas expuestos todavía no se ha abordado un posible problema con el uso de la tecnología, ejemplo la totalización. Si sumamos los posibles problemas informáticos, llegaremos a la conclusión que Estados Unidos ha estado por décadas en una situación de posibles fraudes electorales. Sugeriría además que la élite internacional podría haber manipulado no solo estas últimas elecciones, sino quién sabe cuántas más.
Y eso no es todo. ¿Cuántos senadores y representantes de un partido o del otro sabían de esta situación? ¿Hace cuánto tiempo sabían?
En el medio de la incertidumbre, afortunadamente un par de cosas son ciertas. Las empresas de tecnología asociadas a los procesos electorales se benefician, puesto que impulsan año a año un mayor uso de equipos en comicios, están creando un nuevo bloque de necesidades, venden nuevos servicios de tecnología para asegurar su futuro. Los políticos por otro lado, están en su salsa. Ellos saben que en algún momento que lo necesiten, podrán beneficiarse de la maquinaria que fabrica votos a favor o elimina votos del contrario, en ese orden de ideas, como todo cuesta en esta vida, el político solo debe buscar una manera de financiarse esas operaciones. Y apostaría que buena parte de la élite internacional estaría muy grata en apoyar, y no me refiero solamente a George Soros, también a las varias monarquías dispersas por el mundo y unidas en sus proyectos globales.
El ser humano es un animal extraño cuando de capacidad de análisis se trata. En algún momento de los últimos 30-40 años, de pronto nos vendieron la idea (falsa) de que más tecnología implicaría mejor vida. Esa vida nos está constantemente abofeteando, mostrándonos que por ahí no es el camino. ¿Y nosotros qué hacemos en lugar de prestar atención a la experiencia de vida? No solamente creímos ciegamente las falsas promesas, por si fuera poco comenzamos a encariñarnos de esa tecnología «avanzada» al punto que un día pretendemos que nos resuelva cualquier problema de interacción entre personas, incluyendo la milenaria viveza criolla.
No hay manera, la libertad implica apersonarse de los problemas. Amenazar la libertad es muy fácil en un mundo en el cual creemos tontamente que la tecnología nos resolverá todo. Nada es más efectivo que la organización básica entre personas, supervisión y revisión, la vigilancia ciudadana. ¿Sería por eso qué buscaron impulsar la propaganda del «Covid19»? ¿Para separarnos físicamente con el distanciamiento social? El que tenga ojos que vea dice un antiguo libro.